jueves, agosto 7

viajes

Últimamente, y cada vez más, el trabajo me está haciendo pasar horas y horas sobre ómnibus que me llevan y traen, hacia y desde, el interior del país.

El anecdotario es grande, el problema es que me falta gracia y tiempo para contarlo como se merece.

Significado - Volvíamos de Paysandú en la compañía Agencia Central en sus ómnibus Magic, que su ventaja es que son muuuuucho más cómodos que los normales y que para viajes de 6 horas son fundamentales. El asiento es más ancho y mullido y se reclinan bastante. En eso estábamos, acomodándonos en el asiento, reclinándolo, cuando una pasajera al lado nuestro tenía problemas para reproducir esta acción. Como vio nuestra destreza en apretar el botón y que el asiento se fuera hacia atrás le preguntó a mi compañera cómo era que se hacía. S le dijo que había que presionar fuerte el botón grande que había en el posabrazos y empujar el respaldo hacia atrás con el cuerpo. A esto la muchacha le responde: "Ah, yo pensé que era mágico...".

Proporcional - La cantidad de niños llorando en los viajes es proporcional al cansancio acumulado que uno tenga. Cuanto más ganas de dormir, los niños lloran más fuerte. Nunca falla. También se puede completar con alguno que vomita en el pasillo justo un asiento más adelante.

Estilo - Ayer nos compramos, después de meditarlo durante dos viajes, las almohadas esas inflables que rodean el cuello para que la cabeza no vaya de un lado a otro cuando uno se duerme. En la bolsita también venía uno de esos antifaces (sin el agujero en los ojos) para tapar la luz y poder dormir mejor. Yo me resisto a usarlos pero si los hubiese tenido en el viaje anterior se los hubiera regalado a un señor que a falta de ellos se puso un pañuelo de tela celeste a rayitas bajo sus lentes y durmió todo el viaje. Eso es estilo!

2 comentarios:

dijo...

Mejor que viajes cómoda!!!!
besotes!

Unknown dijo...

en una època, viajaba con mi hermano a treinta y tres. Y él se enojaba mucho porque yo sacrifico todo el decoro con tal de dormir... yo me llevaba la bolsa de agua caliente (que hacía ruidito a agua), frazada y almohada de polifón... me descalzaba y despuès perdìa los zapatos... Y si no tenía el antifaz, había dos alternativas: lentes de sol (a las 2.00 am) o una media larga atada en la cabeza... "ridìcula, no te conozco", era la frase con que arrancaba el òmnibus... Ahora ya no viajo...