jueves, junio 12

tomate

Mientras cortaba el tomate para cocinar la salsa sonó el timbre de la puerta. No esperaba a nadie y por eso se sobresaltó. La música suave de fondo y el vino en un vaso café la hacían dudar si sería conveniente abrir. El cuchillo atravesó nuevamente el tomate, muy lentamente. Levantó los ojos, suspiró y tomó un trapo para limpiarse las manos cuando el timbre volvió a sonar. El que estuviera fuera sabía que ella estaba en casa, la música y la luz encendida la delataban. Tomó coraje y caminó hacia la puerta. Contó los pasos que la llevaron, 29. Ni uno más, ni uno menos. Sintió un frío que le corrió por la espalda. El timbre volvió a sonar, esta vez tres sonidos cortos y rápidos. Pensó en el tomate, el vino y la música. Dio tres pasos atrás. A lo lejos escuchó ladrar a un perro, “siempre se escuchan”, pensó. Volvió su pensamiento a la puerta y sobre todo al otro lado de la puerta. El timbre esta vez sonó cansado, tenue. Ella se alejó cinco pasos más. Se miró en el espejo que tenía enfrente y decidió volver a su tomate.

(Cosecha 2004)

5 comentarios:

Buena Chica dijo...

Me trae recuerdos jejeje. no sé dónde andará el mío, habrá que buscarlo, y sí recuerdo algo, ese día estábamos juntas sentadas en clase y nos gustó mucho otra historia a las dos, pero mejor no digo aquí de quién era porque parecería partidismo jiji.

Bonita historia, me gusta de verdad

Anónimo dijo...

¿No habrá sido la felicidad? Bueno, a lo mejor ya estaba adentro, por eso no abriste. (borrate el anterior que quedó con faltas, y este paréntesis también).

kariaco dijo...

No puedo editar los comentarios, así que borré la anterior como me pediste pero no puedo borrar el paréntesis.
No siempre lo que escribo se trata de mi, aunque pueda parecer...

Chiquilín de Bachín dijo...

La calle
se llenó de tomates,
mediodía,
verano,
la luz
se parte
en dos
mitades
de tomate,
corre
por las calles
el jugo.
En diciembre
se desata
el tomate,
invade
las cocinas,
entra por los almuerzos,
se sienta
reposado
en los aparadores,
entre los vasos,
las matequilleras,
los saleros azules.
Tiene
luz propia,
majestad benigna.
Debemos, por desgracia,
asesinarlo:
se hunde
el cuchillo
en su pulpa viviente,
es una roja
viscera,
un sol
fresco,
profundo,
inagotable,
llena las ensaladas
de Chile,
se casa alegremente
con la clara cebolla,
y para celebrarlo
se deja
caer
aceite,
hijo
esencial del olivo,
sobre sus hemisferios entreabiertos,
agrega
la pimienta
su fragancia,
la sal su magnetismo:
son las bodas
del día,
el perejil
levanta
banderines,
las papas
hierven vigorosamente,
el asado
golpea
con su aroma
en la puerta,
es hora!
vamos!
y sobre
la mesa, en la cintura
del verano,
el tomate,
astro de tierra,
estrella
repetida
y fecunda,
nos muestra
sus circunvoluciones,
sus canales,
la insigne plenitud
y la abundancia
sin hueso,
sin coraza,
sin escamas ni espinas,
nos entrega
el regalo
de su color fogoso
y la totalidad de su frescura.

Pablo Neruda, 'Oda al tomate'.

Buena Chica dijo...

Definitivamente Pablo no lo hacía mal