martes, septiembre 12

llueve

Llueve en Barcelona, cosa poco habitual y por eso medio mágica. Parece que llega el otoño, casi en la fecha precisa. Se siente el olor a un fainá de queso que A. puso en el horno y yo, como hace un mes, estoy delante de la computadora pasando a letras las entrevistas que hice.

Me acaba de llegar un mail en el que me preguntan si soy hija de N. y G. porque acaban de ver mi nombre en el listado del doctorado que hago. No sé quién es que escribe, pero sí soy yo. Cuando pasan estas cosas empiezo a sentir que el mundo es demasiado chico, pero en el buen sentido. Es como esa cosa que tiene Montevideo, que todos nos conocemos, que te agobia y de protege a la vez.

Sigue lloviendo y el fainá está listo.

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